Le rezo al asesino para que consiga ese corazón,
corazón que portas con alegrÃa; linda señorita.
Necesito al corazón latiendo para retratarlo cerca de unos duraznos,
duraznos vivos de alegrÃa que devoraré sutilmente,
empezando con la carne y terminando en la semilla de la vida.
Utilizaré la tinta que brotará por mis huesos para empalmar en el lienzo tu corazón,
acompañado de los duraznos tersos;
que se fundirán en el más grande bailar de parejas coloridas.
Al concluir extenderé mi mano y en mi puño, tu corazón anhelado.
“CreÃas que era para siempre”
—
De regreso en estos lares. Duraznos y corazones son caprichos del no existir.