Ernesto se levanto como cada quince dÃas de manera apresurada para ir a buscar la correspondencia, como cada quince dÃas esperaba con ancias recibir cierto correo, él cual le hacÃa olvidar su forma morfológica, no es que sea un animal, ni un bicho, simplemente esas hojas de papel en un sobre con remitente de Jeremias, lo hacia volar por los aires, escurrirse lentamente como un gotero por cada letra que leÃa en la carta y por supuesto lo mandaba a otro mundo, metafóricamente hablando claro esta.
Con gran presura abrio el cerrojo de su buzón, para simplemente encontrar propaganda, periodicos, cuentas, en ningun lado de todo ese basura reciclada se encontraba la preciada carta. Toda la correspondencia cayo al suelo, Ernesto se agacho y como si fueran piezas de un rompecabezas empezo a esparcir los papeles por todas partes, separandolos minuciosamente. A lo mejor se encuentra revuelta, penso, pero por más que las separara, simplemente la carta no la encontraba. Recogio los papeles con desgano y los depósito en la papelera.
Después del desconsuelo alcanzado, prosiguio a bañarse para asistir a su trabajo. En el momento que se encontraba en la ducha, escucho el sonido de la puerta, era su novia Sofia, que se acababa de levantar, rasguñando la puerta y pidiendo permiso para entrar. Apresurate que se me hace tarde, Esperame ya falta poco, si quieres puedes pasar no tiene seguro la puerta, No hoy no tengo ganas en la mañana, ya se lo que te esta pasando por la mente, en la noche te recompenso, vamos.
Ernesto trabaja de dependiente en un centro comercial. Este mes empezaba con el departamento de zapatos para mujeres. El peor departamento que puede existir, según palabras de Ernesto, es imposible el tiempo que se tardan las mujeres para escoger sus zapatos, si al final de cuenta solo son simples zapatos. Ernesto, sin saberlo o mejor dicho no querÃa reconocerlo, se contradecÃa porque siempre le ha gustado el exquisito gusto que tiene SofÃa para el calzado. También aunque Ernesto siempre lo negara era el mejor mes que podÃa tener ya que por la cantidad de zapatos que compran las clientas tenia una muy buena comisión.
Sofia era estudiante de leyes, su último año, es una estudiante aplicada, no sobresaliente, simplemente aplicada, pero que tenÃa casà las puertas abiertas para ejercer su profesión comenzando en una buena posición ya que su padre formaba parte en una firma, en la cual le podrÃa conseguir un trabajo preferencial. Ernesto era para Sofia simplemente un buen novio pasajero, que al termino de sus estudios terminarÃa su relación, claro tratando de terminar como amigos.
Sofia y Ernesto se conocieron, como ya debe de estar imaginando, en el departamento de zapatos no fue para nada un amor a primera vista, ni a la segunda bueno eso le dijo Ernesto a Sofia alguna vez. Simplemente fue un momento en que los dos querÃan salir, uno por que no le llego el correo y la otra porque querÃa estar con alguién mientras terminaba sus estudios, por supuesto que esto ellos no lo saben.
Como de costumbre se despidieron con un beso, no tan pasional como los primeros meses pero todavÃa les hacia sentir ese efecto de mariposas que algún dÃa juraron y perjuraron que sintieron los dos y a la fecha. Después del beso Ernesto sintió un vacio, asi es la carta que no llego, y en un arranque para olvidarla, jalo del brazo de una manera muy brusca a Sofia, ella simplemente se dejo llevar por ese impulso de autoridad, sintiendose deseada, querida, protegida, a los brazos de su actual novio.
Al igual que todos los dÃas Ernesto tomo el autobus que lo lleva al trabajo. El trayecto en el autobus no es necesario que sea contado ya que siempre es monótono y aburrido aunque hay campañas publicitarias que tratan de decir lo contrario y dicen que siempre hay una historia en un medio de transporte, bueno la verdad es que siempre hay una, como en este viaje que tuvo Ernesto esta mañana, el conductor del autobus se tuvo que separar dos veces de su asiento, una para decirle a unos jovenes que no tacharan unos anuncios publicitarios que tenÃa el vehiculo y otra para reprender a una persona mayor que no habÃa pagado, podrÃamos profundizar más en el tema pero no es relevante para Ernesto que sólo tenÃa una idea en la cabeza, por qué no llego la carta.
Ernesto se bajo en la parada de siempre y sabiendolo pero sin acordarse volteo a la esquina y vio el edificio de correos. TenÃa 15 minutos para llegar a tiempo al trabajo, se dio un tiempo y decidio ir al edificio de correos para preguntar por su preciada carta. Entro al edificio y se dio acordo, hasta ese momento que ese edificio habia dejado de funcionar desde hace un mes, las oficinas de correos las habian movido de dirección. Volteo a ver su reloj le quedaban 5 minutos para llegar de su bolsillo izquierdo saco su móbil y marco a su jefe diciéndole que no iba a ir a trabajar que se encontraba enfermo, el jefe le dijo que no habÃa problemas que al dÃa siguiente que llegara, llevara consigo una prescripción médica para no descontarle el dÃa.
PensarÃamos que el dÃa libre que tomo Ernesto era para descansar, para quitarse de la mente la mentada carta de JeremÃas y distraerse en lo que mas le gustara. Pero él sabÃa que no lo habÃa tomado para eso, es más sabe que la mejor manera para no acordarse era ir a trabajar a escuchar a las señoras platicar entre ellas, si podemos quitar platicar y poner chismear, escuchar las medidas del calzado, colores, que si es un regalo, que si lo podrá cambiar si no le queda el zapato a la niña y todas esas cosas predispuestas en un departamento de zapateria que te hacen olvidar de una pinchurrienta, válgame la expresión, carta. HabÃa tomado el dÃa para maldecir al cartero de manera gratuita, para dibujar esquemas mentales y escribir historias sobre la travesÃa que esa carta pudo haber tenido para no llegar a sus manos el dia de hoy.
Las historias que pasaron por la mente de Ernesto mientras caminaba por la ciudad, porque como alguien lo dijo alguna vez para pensar en historias lo mejor es caminar, tenÃan choques, perros, robos, armas incluso extrarrestres, cuando le llego la historia de los extraterrestres se dibujo una sonrisa en la cara de Ernesto, pero la historia que más le gusto es que el cartero, cabrón, en realidad no le habia dejado la carta por que salvo a una señora adulta, bueno viejita, que estaba cruzando la calle y un carro la iba a atropellar y el cartero, cabrón, como buen trabajador del servicio público se habia lanzado a empujar a la viejita y morir atropellado, si ese era el final que Ernesto esperaba del cartero cabrón, una muerte heroÃca para un cabrón, pero ahà no se acaba la historÃa al dÃa siguiente Ernesto se levantarÃa y tendrÃa su carta en la mano entregada por otro cartero, ese era su final feliz.
Después de mucho caminar o poco dependiendo de la condición de cada uno, Ernesto se sento en una plaza en la cual habÃa muchos niños, palomas, dulces, payasos, si payasos pero no de los que van maquillados, ni con zapatos grandes ni con narices rojas de plástico, no estos eran payasos de verdad o bueno mÃnimo asi los dibujaba Ernesto en su cuaderno, cabe decir que Ernesto no era un gran dibujante, es más no sabia dibujar, pero el creÃa que si. TenÃa la costumbre de matizar sus dibujos de bolitas y palitos con descripciones tampoco muy profundas pero descripciones al fin de cuentas para saber quienes eran payasos para él.
Las horas pasaban y como es natural el sol se va a dormir y la luna intenta iluminarnos con su reflejo, no era Octubre asà que no podemos describirla de la manera en que se describirÃa en una buena noche otoñal de Octubre. Para estas horas Ernesto ya no estaba en la plaza se encontraba en la puerta de una capilla persignandose, termino de persignarse y se fue a su piso.
Al llegar al piso, no con la misma ilusión, porque el sabÃa que recibiria la carta de las manos del cartero no cabrón, del cual escucharÃa la mala noticia de que el cartero cabrón habÃa muerto heroÃcamente, asà que abrió el buzón y no encontro nada, en la mente de Ernesto también paso la idea de no esperar nada y si hubiera estado ahà se emocionarÃa como la niña que todos llevamos dentro, claro porque los espermas de los hombre no todo son niños también hay niñas.
Ernesto tomo el ascensor ya que esa caminata, el pensar en historias, lo habÃa dejado exhausto. Entro al piso y el olor de la cena, si los ramen instantáneos se le pueden llamar cena, le indico que SofÃa acababa de llegar, Sofia ya llegue, grito Ernesto, el cual no tuvo ninguna respuesta. Ernesto prosiguio su camino hacia el comedor para ver la carta que tanto habÃa esperado en el comedor, Sofia cuándo llego esta carta, pregunto Ernesto, sus palabras no tenÃan respuesta alguna, se apresuro a ir a buscar al cuarto y al baño y Sofia no estaba. Ernesto tomo la carta sin entusiasmo alguno, es más no podÃa levantar el sobre era como si pesará una tonelada, lo intento con una mano, con las dos, trato de arrastrarla por la mesa para que cayera y atraparla en el aire pero la carta era inamovible. Se escucho el abrir de la puerta era Sofia que habÃa ido a comprar el pan, en ese momento Ernesto apreto los dientes levanto la carta y la puso en su bolsillo. Estoy preparando la cena y traje el pan, por cierto te llego una carta de Jeremias, quién es. Un amigo, voy a poner los vasos y ahorita que este la cena me avisas. Claro.
Ernesto fue al cuarto, saco la carta del sobre, de un cajón saco otro sobre, metio la carta al sobre, se quedo pensativo, como viendo al mar, como una gota en un gotero esperando el momento justo para desprenderse para reaccionar. Saco la carta del sobre, puso el sobre sobre la mesa y escribio sobre la misma:
Remite: Jeremias
15 Abril 2009
Destinatario: Ernesto Solanox
Direccion: Ave. Independencia #444 – 5-3ro
Abrio la carta leyo el encabezado “Para Ernesto: Fecha 30 Marzo 1989”
SofÃa entro a la habitación y dijo, Asà se llamaba tu padre Jeremias verdad?
Por lo visto si sigues vivo jejeje cuidate achu.
escribe.