Nunca una dona fue tan amarga para enredar mi cuerpo de una manera anómala monumental.
Contorsión, la cual no creÃa que podrÃa realizar;
ahora desenredar este laberinto de mi cuerpo.
Obtener primero mis manos para golpear al corazón,
ayudarlo a latir y a vomitar lo agrio de la dona.
Soy una estatua viviente dejen sus monedas a mis pies, las recogeré cuando deshaga este monumento.
Y en el fondo del café no hay remordimientos ni odio, únicamente el vacio del vaso silbando por el viento.
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Situación dominguera. ¡Salud!