Como un sol

Creo que ya son 3 años que las macetas no han estado en su sitio, le dijo Silvia a Karla, Karla no le prestaba atención, estaba ocupada empacando cosas para su gran viaje, un viaje que llevaba planeando como desde ayer, ella es Karla. Silvia por el contrario empacará la siguiente semana para su viaje que ha estado planeando desde hace como 3 años. Crees que debería de volverlas a poner en su sitio preguntó Silvia, creo que no, se autocontestó Silvia.

Silvia se levantó de su comodo sillón desde donde observaba los movimientos bruscos y desesperados de Karla. Silvia lleva 2 años viviendo con Karla, al principio le pareció una buena persona, en ese momento Karla tenía novio y Silvia la aceptó como compañera de piso, pero como todos sabemos, el tiempo es el tiempo y pasa dejando huellas en la vida de las personas al igual como las huellas de una persona cruzando el desierto o la nieve o en cualquier lugar en donde se puedan dejar huellas. Discúlpeme lector pero quiero hacer una anotación fuera de la historía del contexto de Silvia y Karla, si, estoy seguro que las huellas no sólo se deján en superficies planas, el corazón no es plano y sí, se que ahí se dejan huellas en donde el tiempo no es un doctor y ni por tanto viento que sople se las llevará, perdón, regresando a la historía de Silvia y Karla puedo decir que hubieron ciertos conflictos en el momento que Karla terminó con su novio, ella (Karla) se volvió más impredecible en su forma de actuar era como una ola gigante que viene a ahogarte y se convierte en sólo una mareita que te hace brincar, Karla ya no era la misma, Silvia por el contrario continuaba igual, con ese vacío que le dejó su última compañera de apartamento (piso).

Hubo un sonido que hizo brincar a las dos era la alarma del réloj especial, no es que sea un réloj especial o tuvíera un sonido diferente, simplemente era la alarma del réloj especial de Silvia. El sonido de ese réloj desde el principio en que Karla y Silvia empezarón a vivir juntas ha enervado hasta las últimas coyunturas de los huesos a Karla, pero Karla siendo tan prudente o tan perdida en su sueño de amor y desamor le daba igual, pero hoy se levantó y dijó con un tono tan punzante que podría sacarle jugo a cualquier fruta, Apaga ese ruido por favor, estoy empacando y quiero ya descansar de eso que ya me voy. Silvia no le hizo caso, lo apagó como de costumbre, ahora regresó, que te vaya bien en el viaje, fueron las palabras que salieron de la boca de Silvia.

A Silvia le fascinaba ese sonido punzante para Karla, le recordaba lo que en realidad le importaba o le importó, la verdad no estaba tan segura, nunca me lo dijó, lo que me dijó fue que ese sonido era un despertar, como un sol resplandeciente cuando no tienes ganas de levantarte, pero el sol te da las energías suficientes para hacerlo.

Silvia salió del departamento y tomo el elevador con unas lagrimas en sus ojos (ésto es común, Silvia siempre llora a estas horas), salió del edificio camino unas cuantas calles y llegó a una escuela y una voz la despertó, la hizo sonreir, esa voz se convirtió en el sol y ella como girasol no podia dejar de verla.

El sol dijó, te quiero mamá, cuándo vendrá mi mamá Ana?

Silvia pensó en la maceta.

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